domingo, 28 de marzo de 2010

Furia de Titanes

Elecril se encomendó a sus dioses, y esperó la oleada de poder que acto seguido debía recorrer su cuerpo, endureciendo sus escamas escarchadas y llenado de frío su sangre y otorgándole los poderes que le hacían un enemigo tan terrible en combate.

El ritual de Alasul, el dios Gélido, le proporcionaría poder suficiente para enfrentarse a su muerte con algo más que el heroísmo que se le suponía.

Pero las plegarias parecieron no surtir su efecto, Alasul no parecía atender sus plegarias, y las extrañas bestias que le rodeaban le derribaron con salvajismo despiadado.

Sus cuerpos escamosos chocaron con su cota de armadura, y sus propias escamas se rompieron bajo la presión. Unos ojos fríos le contemplaron, mientras las garras de sus enemigos, comparables a las suyas en fuerza y saña, aplastaban su draconiana cabeza contra el suelo embarrado.

Elecril era uno de los miembros de la fuerza expedicionaria que el Noble Duque Klimangar había despachado para descubrir la naturaleza de la amenaza que parecía cernirse desde el sur.

Pocas cosas inquietaban a Kilmangar en lo alto de su montaña nevada, que dominaba la sabana desde la que podía advertir cualquier ejército o amenaza que se acercase desde cualquiera de los puntos cardinales. Al Norte, donde los reinos de su hermano mayor hervían de riquezas y aventureros, al Este y al Oeste, donde sus aliados y protegidos regentaban reinos marcas, ciudades estado y demás condominios dracónicos. Ni siquiera al sur, donde la sabana se extendía hasta donde la vista abarcaba, y se unía, en el horizonte, con los verdes esmeraldas de la Selva Eterna, la impenetrable y milenaria extensión selvática que recorría el sur más lejano, ascendiendo por las Montañas del Fin del Mundo, que caen a pico sobre el océano.

El Sur, donde su pueblo de hombres dragón nómadas vivían en paz, pastoreando los rebaños de sus grandes bestias que les alimentaban y les servían para comerciar con todos los demás reinos y estados de los dragones, sus hermanos.

Elecril era uno de los guardaespaldas del Duque, su mano derecha quizás, y cuando surgió una amenaza que, aunque no ponía en peligro el Trono de Nieve, sí amenazaba alguna de las tribus súbditas de los rincones más alejados del reino.

Y eso era algo que el Nacido Noble no podía permitir.

Una fuerza de hombres dragón fue despachada hacia las selvas donde habían desaparecido algunos miembros de los pueblos nómadas, encabezados por Elecril, con el fin de descubrir el origen y la naturaleza de la amenaza.

Unos pasos le liberaron de sus ensoñaciones. El chapoteo de garras, seguido del arrastrar de una prenda pesada sobre el cenagal le dijeron que el líder de la partida que les había emboscado y aniquilado había llegado.

La pesada túnica le identificó como un sacerdote, aunque Elecril no pudo reconocer los extraños símbolos rúnicos que la adornaban, ni la especie de la criatura que la portaba.

Su voz, que sonaba siseante y grave como un trueno, restalló en un idioma desconocido para él.

Acto seguido, sintió un repentino golpe en la base del cráneo, y la oscuridad le abrazó.

***

Las tinieblas se fueron desvaneciendo a medida que un olor acre y dulzón le llamó la atención, arrastrándole fuera del estado de inconsciencia.

Poco a poco logró centrar su atención en el lugar en que se encontraba, ignorando los avisos de su razón que preguntaba por qué no estaba muerto.

La estancia parecía una cabaña de piel raída, de forma cónica y cuyas paredes se encontraban decoradas con runas y pinturas tribales desconocidas para él. De las traviesas de madera que sostenían la tienda, colgaban numerosos amuletos oscuros, de extrañas formas, elaborados en madera, piel, pumas y huesos.

Toda la estancia era caldeada por una hoguera a su derecha, demasiado cerca de la mesa sobre la que se encontraba amarrado como para ignorar su fin. Los hierros que descansaba al rojo sobre ella no hicieron sino confirmar su situación.

-Déjame contarte una historia – susurró una voz siniestra. De las sombras del fondo de la tienda surgió una figura reptiliana, cuyos brazos, la única parte que podía observar desde su posición, aparecían adornados por una miríada de escamas de colores que le conferían un aspecto menos amenazador de lo que en realidad la situación indicaba.

Hubo un mundo maravilloso, primigenio, en el que una raza imponente se enseñoreaba como reina sin oponentes ni amenazas.

Era un mundo salvaje, primigenio, brutal, pero repleto de una hermosa belleza natural y de un poder crudo sin parangón.

Los cielos se llenaban de criaturas voladoras milagrosas, los mares estaban repletos de vida…y muerte, y las tierras sobre las aguas, o bajo ellas, nacían y morían civilizaciones de roca, piedra y sangre.

Era un mundo que esa raza dominante llamaba Primigenia.

Los dioses de esa raza caminaban junto a los reyes milenarios que la dirigían, y la magia arcana ponía a los héroes de ese mundo al nivel de las bestias que de cuando en cuanto acechaban Primigenia.

Sin embargo, era un mundo condenado.

Los padres de los dioses, dioses de dioses, los titanes, habían creado Primigenia para que sus hijos la hiciesen suya, y los hijos de sus hijos dominasen esas tierras, enseñoreándose por cielo, mar y tierra.

Pero el cambio había llegado, y nosotros éramos inconscientes víctimas de él.

En los cielos la guerra había comenzado, y nuestro destino había sido sellado.

Una nueva raza iba a nacer, y el primer signo de la llegada de esos usurpadores fue el despertar de Etherium.

La bestia, un colosal titán de aspecto draconiado, con escamas de oro y gemas, grande como una montaña, devoró a los viejos dioses y titanes, hasta que sólo quedó uno de ellos, Pangeus, padre de dioses y señor de los titanes.

Pangeus se alzó de su trono en los mares hogar y origen de su raza, y se enfrentó a Etherium durante eones.

La lucha, terrible y apocalíptica, devastó el planeta, abrasando las tierras y ennegreciendo los cielos hasta que hubo un vencedor. El usurpador consiguió, mediante tretas y usando la sangre y energías de los propios hijos de Pangeus, abatir a nuestro padre.

Su caída hizo temblar la tierra, y su cuerpo muerto formó lo que conocéis como Las Montañas del fin del Mundo.

Nuestro mundo había llegado a su fin.

Otras razas crecieron y prosperaron, mientras nuestras ciudades derruidas esperaban el olvido, ocultas por la vegetación o el polvo.

Pero esas razas no eran sino un mero intermediario en el cambio de manos del poder en Primigenia.

Vosotros, los dragones, ya comenzabais a despertar, hijos de Etherium, sin saber que, en vuestro alzamiento, los descendientes supervivientes de la raza de Pangeus aguardaría paciente el momento de mostrarse y cobrarse cumplida venganza.

Ese día ha llegado, - oyó Elecril, justo antes de ver la negra hoja rúnica que descendía hacia su pecho.

domingo, 21 de marzo de 2010

Frase

Ahora comprendemos la amplitud de la eternidad, su inimaginable infinitud, el caos de su estructura y nuestra propia y nimia insignificancia. Ahora hemos admitido la magnitud de los problemas a que nos enfrentamos y nuestra aparente incapacidad para afectar a los cambios a la escala necesaria para salvarnos.

(...)

Hemos encontrado al enemigo...y ese somos nosotros.

- Mark Rein-Hagen

domingo, 7 de marzo de 2010

Tú eres importante

Estás en paro, o jubilado, o eres estudiante, o amo/ama de casa, o quizás en tu empresa sólo seas un número entre muchos.

Te han hecho creer que eres un don nadie, que tienen a miles como tú para reemplazarte, o que ya no vales para producir, ni para crear, ni para hacer un beneficio a tu comunidad.

Te han vendido que el fútbol, los paseos, leer el periódico, ver la tele, seguir los programas del corazón o jugar con una consola es lo mejor que puedes hacer.

Pero ahí, en el fondo, sientes que no es así. Todavía no lo sabes seguro, pero presientes que no estás acabado, presientes que no eres tan prescindible, tan débil, tan impotente como te hacen creer cada día.

Empiezas a comprender que toda esta sociedad la están diseñando otros, pero no cuentan contigo para ello. Están diseñando tu sociedad para su propio beneficio, y su mejor jugada ha sido hacerte creer que no debes, que no puedes, hacer nada.

Sólo siéntate y déjate morir, o espera a que te llamen si te necesitan, y da las gracias, porque te están regalando la vida.

¿Qué importa que a cambio hayas perdido la libertad, o peor, que se la hayas entregado?

Te dicen que eres impotente, y te lo has creído. Ves la tele, sigues a un equipo, o asistes a las peleas de los políticos, es lo que te queda, cuando no te queda ni trabajo, ni dignidad, ni esperanza.

Pero están equivocados. Lo sientes dentro.

Puedes hacer mucho.

Por ti, por tu familia, por tu comunidad, por el mundo.

Tienes un inmenso potencial en tu interior, pero no sabes cómo sacarlo, o cómo demostrarlo.

Deja de lado lo que te han dicho, para esta tarea olvida todo lo que te han enseñado. Las empresas, los gobiernos, el sistema, céntrate en lo que de verdad importa, las personas.

Son ellas las que forman el mundo. Una inmensa mayoría, quizás el 99% de ellas está en tu misma situación, se sienten impotentes, bombardeados por publicidad sobre los inútiles que son, cada hora del día, cada segundo, en cada noticia. Se les dice que dependen de las empresas para comer, se les dice que dependen del sistema para vivir, de los medios de comunicación para pensar y de los políticos para que les digan, para que nos digan, lo que debemos hacer.

Pero realmente, son esas personas lo importante. No los medios de comunicación, no las empresas, las acciones, el dinero, la política o cualquier otro invento.

Son ellas en quienes debes centrarte para demostrar lo que tú puedes hacer. Tu fuerza.

Recuerda, las personas.

Tú eres una de ellas. Por lo tanto, tú también importas, y debes hacer lo que te gusta.

Debes hacer tu camino, encontrarlo, recorrerlo, y eso no tiene nada que ver con lo que haces para el sistema.

Esto tiene que ver con lo que haces por ti, y por las personas.

Encuentra lo que te gusta, lo que se te da bien, lo que hace de ti alguien especial, y ofréceselo al mundo. Entrégalo a esas otras personas que desean hacer lo mismo, creando para ellos, pero haciéndolo por ti.

En tu tiempo libre, en tu vida, piensa qué necesita la sociedad y qué puedes tú ofrecerle. No tiene nada que ver con tu trabajo, o con tu falta de trabajo, tiene que ver contigo y con las personas.

Quizás en una mañana de domingo puedas arreglar y barnizar ese banco del barrio que lleva años estropeado, o salir al campo y plantar árboles, o escribir un artículo sobre tu afición preferida, o ayudar en un comedor social.

No importa lo que te digan de tu incapacidad. Lo que importa, lo que realmente importa, es lo que puedes hacer por ti mismo, y por los demás, y lo que puedes hacer con ellos, y por ellos.

La riqueza que puedes crear para las personas, que te será devuelta por lo que otros harán para ti.

Míralo, mira a tu alrededor, mira cuanta gente está creando bienestar fuera del sistema. Cuánta gente hace cosas buenas, cuanta gente entrega su tiempo en ONG´s, o ayuda en su comunidad.

Tú eres uno de ellos, y tu valía, tu importancia, no depende del dinero que tengas, o que te paguen, ni de las veces que salgas en la televisión, o que te nombren los políticos.

Tú eres grande por lo que haces por tu comunidad y por el mundo.

Eso es lo que te hace fuerte. No dependes de lo que te digan. Tú no eres impotente, tú no eres débil, ni prescindible.

Tú eres importante, y ya va siendo hora de que te lo creas, y de que lo demuestres.