sábado, 26 de noviembre de 2011

domingo, 20 de noviembre de 2011

La Física de los imposible


Recientemente he comprado este libro de Michio Kaku sobre las predicciones del futuro, pero antes de sumergirme en él, os dejo la sinopsis del libro:


El futuro ya se está inventando en los laboratorios de los científicos más punteros de todo el mundo. Con toda probabilidad, en 2100 controlaremos los ordenadores a través de diminutos sensores cerebrales y podremos mover objetos con el poder de nuestras mentes, la inteligencia artificialestará en todas partes y lentillas con conexión a internet pondrán toda la información a nuestro alcance en un simple parpadeo..La medicina molecular permitirá cultivar casi cualquier órgano y curar enfermedades genéticas. Millones de diminutos sensores de ADN y nanopartículas patrullarán nuestras células sanguíneas para detectar cualquier atisbo de enfermedad. Los rápidos avances en investigación genética nos permitirán ralentizar o incluso revertir el proceso de envejecimiento alargando la vida humana de forma espectacular..Pero estas extraordinarias revelaciones son solo la punta del iceberg.

Kaku estudia robots sensibles, cohetes de antimateria, visión de rayos X, y la posibilidad de crear nuevas formas de vida. También contempla el desarrollo de la economía mundial y formulalas dos preguntas clave: ¿quiénes serán los ganadores y quiénes los perdedores del futuro?, ¿quiénes tendrán empleo y qué países prosperarán?.Sin perder de vista los rigurosos principios científicos y examinando la velocidad a la que madurarán ciertas tecnologías y hasta dónde podrán llegar, Michio Michio Kaku nos ofrece en La física del futuro un recorrido asombroso a través de los próximos cien años de revolución científica.

Fotos

Urraca

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Lo que necesita Europa


Todos hablamos de Europa, se nos llena la boca con que necesitamos “Más Europa”, “unificar políticas fiscales”, “Actuar coordinadamente en el panorama internacional”, “presentar un frente común”.
Sin embargo, parece que ni nuestros políticos ni nuestros líderes empresariales están muy capacitados para llevarnos por ese camino.
Espero que sólo sea en apariencia.
Sea como sea, lo que Europa de verdad necesita es creer de nuevo en si misma.
Imagino a Europa como un ser vivo, como una entidad conformada por múltiples órganos.
Esta entidad emergente, este ser vivo, apenas ha empezado recientemente a tomar conciencia de si misma. A veces, incluso, parecería que retrocede en su evolución, dando más pasos para atrás que para adelante.
Este momento es uno de esos.
Y es que no creo que Europa se vaya a construir sola, ni el sentimiento europeísta vaya a volver a los corazones de sus ciudadanos para que empuñen la Constitución Europea mientras recorren sus calles clamando por su unidad y por luchar por su futuro.
Para hacer más Europa los europeos necesitamos volver a creer en nosotros. Volver a creer en que los italianos, griegos, alemanes, suecos, ingleses, irlandeses, portugueses, bálticos, españoles, austriacos, franceses y todos los demás estamos unidos bajo un mismo destino.
Un destino inseparable que nos lleva de cabeza a nuestro futuro. Un destino para el que sólo nosotros estamos capacitados y autorizados a opinar, y decidir.
Europa necesita volver a creer en sus ciudadanos, y los europeos necesitamos volver a creer en los líderes europeos.
Esto es así, pero parece que nadie se da cuenta, y seguimos pensando que nuestros vecinos nos odian, y nos marginan, cuando realmente están tan asustados como podamos estarlo nosotros.
Por ello debemos luchar unidos, por ello debemos conseguir volver a creer en que los europeos tenemos cosas muy importantes que decir en el mundo.
Eso no va a nacer de la nada, y si nos dejamos llevar por el pensamiento egoísta que impera en el mundo, vamos a retroceder veinte o treinta años, y quedaremos marginados para siempre en el cambiante panorama político y económico mundial.
Lo más importante es que lo políticos y sus palabras no van a iniciar este cambio que nos llevará de nuevo a la senda del crecimiento de Europa y sus valores. Lo que nos llevará ello son los lazos de unión entre los europeos.
Y esa debería ser la prioridad de cada uno de los políticos, funcionarios, empresarios e instituciones, ONG´s y empresas de Europa.
Crear los lazos de unión materiales e inmateriales que forjan Europa.
Intereses comunes, lazos compartidos, aventuras empresariales y sociales internacionales, infraestructuras europeas comunes.
Diablos, Europa debería tener ya su sistema Galieo hace una década, y una red de alta velocidad inalámbrica que cubriese todo el continente como no se ha visto igual en el mundo, y una red de infraestructuras ferroviarias que nos llevase desde el Báltico hasta Lisboa en menos de un día, o desde Londres a Atenas, o desde Sicilia a los pueblos del norte de Finlandia.
Deberíamos tener inmensas torres solares como la recientemente inaugurada en Sevilla pero por todo el sur del continente, e inmensos parques eólicos marinos en el Mar del Norte, y una gigantesca infraestructura energética que recorriese Europa como un sistema nervioso vital, y que nos conectase con el Norte de África, y con Rusia y Oriente Medio.
Deberíamos tener una industria de contenidos europea que dejase Hollywood en pañales, y una potente industria tecnológica con televisores que traducirían automáticamente los programas de cualquier país miembro de la unión.
Deberíamos haber convertido España en un paraíso turístico, histórico, gastronómico y natural, y construir en Atenas la sede de la mayor biblioteca digital del mundo, y transformado Lisboa en la sede de la plataforma de exploración oceánica que debería ser, con miles de empresas oceanográficas punteras. E Irlanda debería ser un gigante de internet, e Italia los indiscutibles amos del diseño y la moda. Y Londres en la principal capital mundial de las finanzas, y Francia debería estar construyendo ya los primeros prototipos comerciales de reactores de fusión. Y Alemania tendría que estar coordinando cada día un lanzamiento espacial de nuevos satélites, máquinas de exploración, telescopios, robots mineros y demás maravillas.
Y Los Países Bajos deberían albergar la mayor industria de telecomunicaciones mundial, y Suecia y Finlandia, Dinamarca y los Países Bálticos una pujante industria robótica y de Nanotecnología.
Todos los europeos deberíamos sentirnos orgullosos de los logros de nuestros vecinos, que nos enriquecerían a todos, y que permitirían que en un pequeño pueblo de  la alcarria existiese una empresa que vendiese servicios y programas en Escocia, y que un consumidor de las Canarias pudiese disfrutar de una serie danesa en Castellano el mismo día de su estreno en su país de origen.
Y países como Suiza y Noruega deberían estar llamando a nuestras puertas deseosos de entrar en el club europeo. Y Australia, y Sudáfrica, y Brasil.
Porque, reconozcámoslo, Europa no es sólo un lugar. Europa es un sueño, nuestro sueño.
La realidad parece querer quitárnoslo, pero de nosotros, de los Europeos, desde el más pobre al más rico, desde el más desinteresado e insignificante políticamente de nosotros hasta los más grandes burócratas de Bruselas, de cada uno de nosotros depende que este sueño se convierta en lo que puede ser, en lo que siempre debió ser, o que muera.
Y creedme cuando os digo que si vivir en crisis os parece malo, deberías probar a vivir con un sueño muerto sobre vuestras conciencias.