domingo, 23 de diciembre de 2007

Ha muerto al esperanza

Ha muerto la esperanza

En épocas grises y oscuras se alzan los héroes que salvan a la Humanidad o a sus comunidades de los peligros que las acechan.

Desde tiempos inmemoriales, siempre hemos contado con un portador de luz que ha marcado nuestro camino para salir de la oscuridad. Siempre ha habido alguien que ha conseguido alcanzar la gloria sacándonos del pozo donde muchas veces nos habíamos metido nosotros.

Pero en esta época gris y oscura me temo que no habrá héroes.

Los han matado a todos, y además se han asegurado de que no haya nadie que pueda sustituirles.

No tenemos los medios, el empuje, la cultura, la voluntad, el conocimiento o la inteligencia suficientes para llegar a ser héroes.

Los genios de hoy están todos empleados en hacer ganar más dinero a las empresas o entregados a ganarlo ellos mismos.

El otro día comprendí lo inútil de la lucha.

¿Por qué? Por leer un cómic.

Desde niño me fascinó un personaje, el Capitán América. El Capi.

El Capi era todo lo que un niño con ideales quería ser, valiente, entregado al bien común, al bien de los demás, sacrificado, bueno, luchador.

Él representaba todos los valores de un mundo ideal, más allá de la bandera que llevaba en el pecho, y que algunos hemos aprendido a mirar con suspicacia.

El Capitán América defendía los valores humanos, la libertad, la verdad, los derechos inalienables, la igualdad. Entregaba su vida por hacer de estos derechos algo extendido en el mundo.

Unos valores que van en contraposición al mundo que estamos haciendo hoy día, y que los guionistas de la editorial han comprendido que estaban fuera de lugar, no por no ser necesarios, sino porque ya no son escuchados.

Nos hemos convertido, y hemos convertido a nuestros niños en unos cínicos egoístas, que nos amargamos cuando algo nos sale mal, por pequeño que sea, y que pensamos que el mundo gira a nuestro alrededor.

Todos, o casi todos sin grandes excepciones, vivimos en un mundo en el que lo primordial es el consumo, el dinero y los sentimientos y sensaciones propios, ignorando los de los demás.

Hemos hecho un mundo, nos hemos hecho a nosotros mimos, incapaces de escuchar el mensaje del Capi. Nos parecía algo fuera de sentido en un mundo cruel, y cada día con menos esperanza. Acuciados por problemas que muchas veces nos han impuesto, y otras nos hemos ganado por nosotros mismos, ignorábamos las palabras que nos llamaban a actuar y defender la verdad, la justicia y la libertad de todos los pueblos.

El cambio climático, la falta de respeto hacia los demás, los pésimos sistemas educativos, las subidas de los precios, la destrucción de la biodiversidad, el problema inmobiliario, todo ello ha servido para mantenernos alejados de la realidad, inmersos en ese mundo ficticio que queremos llamar nuestras vidas, y sin prestar atención a las causas de eso problemas. Sólo intentando que no nos afecten.

Una persona muy inteligente me dijo hace unos meses, “nuestros padres y nosotros hemos tenido la suerte de vivir hasta ahora en un mundo casi perfecto, pero a partir d ahora, todo se va a acabar y va a ir de mal en peor”

Han bastado unos meses para darle la razón.

No contamos con generaciones que se preocupen, o si lo hacen, que estén preparados para cambiar el mundo. O no quieren, o no son capaces. No tenemos tiempo o recursos para hacer lo que se debería hacer para salir de esta trampa económica y política en la que nos han metido.

Los problemas son muchos, y el número de posibles héroes se reduce cada día, acuciados por sus problemas, e insensibles ya a las palabras que otros héroes han enarbolado alguna vez.

El Capitán América es un ejemplo. Sólo uno, pero quizás el más llamativo.

Porque está muerto.

Sus guionistas se dieron cuenta de que su mensaje ya no era escuchado.

En un mundo rodeado por el terrorismo y por la globalización salvaje ya nadie podía escuchar sus palabras, ni contemplar sus acciones como un intento de mejorar la vida de los demás.

Sólo se veía una lucha perdida.

Así que replantearon la situación. Siguiendo los pasos de la realidad, idearon un cambio en el mundo de ficción en el que habitaba, y llevaron los sucesos de los últimos años a ese mundo.

Los héroes debían ser controlados por el gobierno, como nuestros ciudadanos. Todos somos sospechosos hasta que se demuestre nuestra inocencia. Algunos, somos culpables sin haber hecho nada.

Lo que importa es la seguridad, su seguridad, no la nuestra, y su dinero.

Y los guionistas sabían que ante esto sólo había una salida. El Capitán América debía morir.

Debía morir porque ya no era escuchado, porque para hacer oír su voz, debíamos notar su ausencia. Muriendo, estando ausente para siempre, quizás algunos escucharían las palabras que dijo en vida, y quizás cambiasen las cosas.

Es pronto para decirlo, pero lo dudo.

El Capi ha muerto, y con él el tiempo de los héroes.

Los que soñábamos con hacer un mundo mejor seguiremos en nuestra lucha perdida contra toda esperanza, intentando retrasar la debacle. Al final, tendremos que centrar esfuerzos en salvar a los nuestros, y abandonaremos a todos los demás.

A menos que sí que haya alguien que escuche el mensaje que el capitán América transmitía. Que escuche su silencio y en su silencio encuentre las palabras que iluminaron a mi generación.

Palabras que hablaban de entrega, de éxitos, de la recompensa de cumplir con lo que el mundo esperaba de nosotros, de llevar la libertad a quienes nos rodean, de proporcionar esperanzas a todo el mundo, de luchar contra los males de la Tierra.

Palabras que hablaban de no vender los principios personales a cambio de un mejor salario, que nos susurraban al oído canciones de absoluta libertad y de absoluta responsabilidad.

El tiempo de los héroes ya pasó.

Sólo nos queda el tiempo de los políticos y los especuladores.

Voy a seguir con la predicción de esa amiga mía.

No sólo viviremos cada vez peor, sino que no habrá suelo para ese empeoramiento. La luz, la comida, el agua se convertirán en bienes escasos que habremos derrochado, y poco a poco la mayoría de la Humanidad da pasos atrás en el bienestar social, mientras unos pocos mantienen sus privilegios.

Trabajaremos más y en peores condiciones, por menos dinero, y lo que compremos nos costará mucho más. Pero no podremos salir de ese círculo, porque habremos tirado nuestra vida en diversiones y entretenimientos que nada nos han aportado. No habremos aprendido nada, y por primera vez, nuestros hijos sabrán menos que nosotros por nuestra culpa.

Serán la primera generación en la historia que vivirá por que sus padres, excepto quizás a aquellas azotadas por las guerras, la Peste y la enfermedad. Y lo peor, es que sus hijos, y los hijos de sus hijos vivirán peor que ellos.

Arrinconados por la tecnología que les quitará sus trabajos, por su falta de capacidad de superación y trabajo, por la falta de medios por nuestro despilfarro y nuestra falta de inversión, por la ausencia de fuentes de energía, por la contaminación creciente…

Los héroes de antaño lucharon contra esta oscuridad, pero el mal se impuso. Han ganado.

Lo que no significa que vayamos a rendirnos. Pero sabemos que hemos perdido, y que nadie tomará el relevo para arrancar una victoria de las fauces de la oscuridad.

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