sábado, 28 de mayo de 2011

La Corona de la Luna, ayuda para Ichar

Este legendario Artefacto Ichar es uno de los objetos más antiguos de esta raza. Se dice que fue forjada por Dalariel, la primera Hija de Primarcar y Lilith, y que fue entregada a Crilian por éste como regalo para su hija primogénita con Eva.

Esta corona de plata es un objeto muy hermoso. Casi parece más un delicado casco de plata, que cubre casi toda la cabeza de su portadora, pues sólo puede ser llevado por mujeres. En las noches de Luna llena, La Corona de la Luna brilla con luz propia, mostrando a todos sus increíbles poderes de ilusión y vida.

Entre sus poderes, se encuentran el crear ilusiones, y el poder controlar la vida vegetal, pero Crilian, su actual propietaria, guarda el resto de sus secretos con un celo admirable.

Como muestra de su poder se susurra, en las tabernas perdidas en el cosmos, esta historia.

“La batalla estaba siendo feroz, los hombres morían a miles frente a los muros de Troya. El noble Ulises recogía el cuerpo sin vida del sin par Aquiles entregando sus lágrimas como ofrenda al más valeroso de los hombres.

La flota de negras naves estaba a sus espaldas, mecida por las olas suaves del mar, regalo de Poseidón, pues traían frescor al campo de batalla para aliviar el calor de los combatientes.

La guerra había durado años, y ahora estaba en un punto muerto. Ambos bandos, Aqueos y Troyanos, encontraban el desánimo en su interior, anidando como una serpiente bajo las rocas calentadas por el sol.

- Mucho ha durado esta situación hijos míos, – les dijo Ulises a sus hombres – pero sabed que pronto terminará.

Como si los dioses hubiesen oído sus palabras, un clamor llegó desde los hombres que vigilaban los solitarios navíos.

Al alzar la vista bajo el sofocante sol, Ulises pudo ver una pequeña nave blanca, que brillaba al sol como la plata. Y supo que Crilian había llegado.

Horas después, Ulises se dirigió a la tienda de campaña que le servía como cuartel general. Ella se encontraba esperándole en silencio, sentada en una tosca silla de madera, contemplando los mapas innumerables de de batalla.

Al verle, ella se levantó. Llevaba un traje de guerra, con un peto de cuero adaptado a sus femeninas formas, y una falda de tablas que le permitía luchar como un hombre. Al cinto, una corta espada de acero templado indicaba el carácter de su huésped.

- Saludos, noble Ulises. – Dijo ella con una sonrisa.

- Saludos, valiente Crilian.

Ella sonrió aún más, y dio un paso al frente. En un segundo, ambos se abrazaron entre risas como dos amigos y camaradas de combate.

- ¿Qué diablos estáis haciendo aquí? Esperaba que os unieseis a mi campaña en Egipto cuando hubieseis terminado, pero he tenido que venir yo al recibir tu carta – dijo ella.

- Crilian, los Troyanos son más fuertes de lo que creíamos. El rey ha desoído mis advertencias, cansando a los hombres en ataques a los infranqueables muros, y las tropas necesitan descansar. Temo que sin ayuda, perdamos esta campaña.

- Tranquilo, Ulises. Sé que tienes un plan, pero en tu carta no especificabas cuál era, no me has hecho venir desde las tierras de las arenas para que te oiga quejarte de tu destino.

- Así es, ven te lo contaré, pero antes, cuéntame tú cómo ha ido tu viaje. ¿Cómo está tu hermana Atar? ¿Sigue intentando librarse de ese pesado de Jasón?

- Deja a mi hermana en paz. Ella no está aquí, y yo sí – le dijo atrayéndole hacia ella. – Ulises, hace mucho que no estoy con un hombre, uno de verdad, hechaba de menos tus brazos. Ven, – le dijo mientars se encaminaba hacia el lecho llevándole de la mano. En sus ojos, una expresión de deseo y en sus labios una sonrisa.

- Sigues como siempre, Crilian – sonrió él, mientras se desabrochaba el cinturón, y dejaba caer sus armas al suelo.

- Tranquilo, sabes que no estás engañando a tu mujer, no conmigo. Esto es sólo sexo entre iguales, un combate de otra naturaleza, reconocimiento, pasión y disfrute de la vida.

Ulises asintió, y se sumergió en ella, como quien afronta una larga batalla nocturna., con alegría y gozo.

***

La siguiente luna llena, las puertas de Troya se abrían, y Ulises se agazapaba en el interior del caballo de madera que los Troyanos llevaban dentro de la ciudad.

Las celebraciones duraron hasta bien entrada la noche, y sólo con el calor del vino y las mujeres los hombres se fueron durmiendo entre las hogueras en la refrescante noche mediterránea, antes de que este mar tomase su nombre definitivo.

Ulises hizo una seña a sus hombres, y susurró una orden. Bajo su mando, uno tras otro fueron descendiendo por las cuerdas que surgieron del vientre de la criatura de madera.

En sumo silencio, todos ellos corrieron hasta las puertas de Troya, silenciando a los escasos vigilantes que quedaban y las abrieron.

Esa misma noche, los troyanos habían contemplado cómo el ejército Aqueo partía de la vahía de Troya con sus naves oscuras poniendo proa al noroeste, dejando tras de sí, un último regalo a los valientes hombres con los que habían combatido. Un regalo de muerte.

Tras ellos quedaban unas playas desiertas, rojas de la sangre de los valientes, teñida de muerte. O eso parecía. Cuando Ulises abrió la puerta, toda la playa pareció rielar como la luna sobre el mar en calma. Ante sus ojos, el ejército Aqueo surgió de la nada, con Crilian a la cabeza. Su bello rostro estaba enmarcado por un hermoso casco ornamentado de plata, que brillaba con una luz blanca que se reflejaba en los ojos de la mujer.

Sin decir nada, el ejército entró en Troya, y los indestructibles muros cayeron y callaron, para siempre.

***

A la mañana siguiente, Crilian y Ulises contemplaban el amanecer sobre los muros conquistados.

- Es hermoso el mundo, Ulises.

- Sí, el sol y el mar, el viento en el rostro. Tras tantos años, yo debo partir hacia mi hogar.

Ella sonrió – debes partir ya, te espera un largo viaje. Yo, – dijo mirando hacia el interior de la ciudad – me quedaré que el caballo de madera, en recuerdo de un hombre al que respeto, un hombre valiente, al que recordaré para siempre.

Tras esto, ella le besó en los labios, y descendió los escalones de piedra, sin mirar atrás, con una lágrima en el rostro, y una sonrisa en los labios rojos.”

- fin –

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