sábado, 23 de febrero de 2008

Singularidad Oscura, sinfonía de vida

Muchos son los misterios del Multiverso, muchas son las intrigas que asaltan el corazón del hombre cuando mira las estrellas, y el enorme vacío que existe entre ellas.

Hay respuestas, que nos son vedadas. Pero el hombre se afana en desvelarlas. Esa búsqueda puede terminar en el más asombroso descubrimiento o en el más terrible final.

Este es el relato de una de las muchas posibilidades.

Singularidad Oscura

- No puede ser, - se decía a sí mismo una y otra vez, - es imposible, IMPENSABLE.

Pero ahí estaban los resultados de sus simulaciones. Las había repetido docenas de veces, las había revisado de todas las formas posibles, repasando cada paso, cada grupo de ecuaciones, cada incóginta, cada teorema.

Había tenido que desarrollar nuevos grupos de teoremas matemáticos para intentar refutar el resultado de su ecuación, la había desmontado matemáticamente, físicamente, con lógica, con lógica inversa inductiva y siempre era el mismo resultado.

Negoja miró al cielo con temor y respeto, y comprendió que estaba en lo cierto. Había resuelto los mayores misterios del siglo XX y XXI al mismo tiempo.

Su carrera era poco prometedora como físico en la Universidad de Hokaido. Su mente era brillante, pero su empeño estaba siempre dirigido a otras muchas labores, y nunca había logrado centrarse en una sola cosa. Quizás su mente estaba obligada a mantenerse entretenida en un sin fin de tareas y especulaciones, y lo que parecía hacerle tan inteligente, quizás era lo que al mismo tiempo le impedía trinufar en la vida profesional.

Sin embargo, un día sufrió una epifanía, por llamarlo de alguna forma.

Negoja estuvo cerca de la muerte durnate tres días por una terrible enfermedad respiratoria que se había extendido también por su sistema linfático y amenazaba con causarle una parálisis pulmonar.

Consiguió sobrevivir, y para Negoja fue una auténtica revelación vital. Comprendió que quería dejar algo tras de si cuando llegase su final.

Así que se embarcó en su objetivo sin descanso. Día y noche, hora tras hora, vida tras vida, había empleado sus esfuerzos y los recursos informáticos de la universidad en intentar encontrar una solución al problema de la materia oscura.

¿Qué es la materia oscura y cuál es su naturaleza? había sido la pregunta que le había obsesionado durante cinco años.

Ahora tenía la respuesta. Había dado con ella.

Muchos grupos de científicos habían estado tras ese mismo descubrimiento, con equipos mucho más potentes, enormes colisionadores de partyículas, superordenadores y una infinidad más de medios y dinero.

Pero ninguno de ellos tenía la posibilidad de encontrar la verdad, porque estaban olvidando una parte muy importante de la ecuación.

Enfrascados como estaban en conseguir una teoría del todo, unificar las fuerzas fundamentales y penetrar en los secretos de la materia subatómica, se les había pasado algo por alto. Algo muy importante. Una rama de la ecuación, un agente exógeno, algo con lo que ninguno de ellos contaba.

Negoja lo había descubierto.

Durante años, la paradoja de Fermi decía que “si la vida era tan probable en el Universo, porqué no veíamos sus señales a todas horas”.

Esa frase le dio a Negoja la idea inicial. Dedicó meses de trabajo a estudiar la forma de incluir la existencia de vida en las ecuaciones de física universal, estudiando qué condiciones serían necesarias para, conjugando ambas teorías, dar como resultado las observaciones físicas y astronómicas que traían de cabeza a los científicos.

Tras años de pruebas y comprobaciones, el resultado había sido reducido a una única posibilidad. Lo que había sido una simple hipótesis, se había transformado ya en una teoría experimental, imposible de comprobar empíricamente, pero que las ecuaciones matemáticas revelaban como cierta.

El Universo estaba lleno de vida.

Tan lleno, que ocupaba, al menos, un 90% del total de los sistemas solares del Universo. Se calculaba que en nuestro universo existían diez mil trillones de estrellas. Y que había diez veces esa masa y energía ocultas a nuestra vista en forma de materia oscura.

Nadie sabía qué era, ni porqué no la veíamos pero estaba ahí.

Negoja había eliminado la teoría de que la materia oscura era un tipo exótico de materia, la única solución posible era que fuese materia normal, que fuesen sistemas solares como el nuestro, pero ocultos a simple vista. Decenas de miles de trillones de sistemas estelares escondidos a nuestros ojos.

La única explicación posible era que una o varias civilizaciones increíblemente avanzadas hubiesen creado esferas de Dyson al rededor de ellas, captando toda luz de sus soles como fuente de energía.

Negoja imaginaba agujeros negros rodeados de esferas de Dyson colosales, con múltiples e inbnumerables capas y poblaciones de trillones de habitantes sumergidos en el horizonte de sucesos, viviendo sus vidas de millones de siglos en unos pocos segundos de tiempo real transcurridos para nosotros.

También imaginaba máquinas inteligentes que conectaban esta inmensa civilización desarrollando avances que no sabría ni imaginar. Como los compuestos de metamateriales con los que las ecuacíones decían que debían cubrir las esferas, polímeros plasmónicos que reflectaban la luz, conduciéndola por la superficie de la esfera, y haciéndola salir por el punto opuesto de ella.

Este proceso convertía a una estrella completa en invisible para cualquier observador externo, al tiempo que permitía que éste mismo sujeto, como por ejemplo una raza recién nacida como los hombres, contemplasen las galaxias que componían el universo, y que todavía no habían sido ocultadas con las esferas de Dyson.

Negoja no podía saber el objetivo de dejar un 10% de las estrellas visibles, pero podría ser desde una cuestión de armonía y estética, hasta un experimento, o una necesidad que su cerebro primitivo no podía comprender.

Mañana mandaría el artículo a su editor. Estaba seguro de que iba a causar un inmenso revuelo. Pero también lo estaba de que por muchas pruebas a las que sus resultados fuesen sometidos, siempre se revelarían como auténticos.

A partir de mañana, la Humanidad comprendería que no sólo no está sola en el Universo, sino que ha llegado muy tarde al banquete.

- Esperemos - penso - que el resto de los comensales sean buenos anfitriones.

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