lunes, 15 de septiembre de 2008

KYASID 2ª Parte

***
La Moraleja
Madrid
00:15 horas.

Ella había llegado hacía un cuarto de hora. Por lo que había podido averiguar, era muy puntual, algo valorable cuando se trata de una persona acostumbrada a estudiar las eras históricas. Los historiadores siempre se perdían en el pasado, estudiando lo que él y su raza, los vástagos habían vivido en primera persona.

Evidentemente, al día siguiente de la conversación que Héctor sostuvo con su maestro, todas las propiedades de Gracián se encontraban bajo vigilancia y escucha electrónicas. Había sabido de esta reunión nada más despertarse, y sus gouls le habían acompañado hasta el chalet propiedad de su compañía que poseía cerca de la mansión de Gracián en el barrio más exclusivo de Madrid. Héctor solía utilizarlo para impresionar a sus huéspedes e invitados, en las fastuosas fiestas en las que recababa apoyo para sus negocios internacionales.

Jamás se hubiese imaginado que iba a utilizar el exclusivo chalet de dos plantas, con piscina climatizada pistas de tenis y un jardín de tres mil metros cuadrados como cuartel general para la tarea de espionaje que Hugo le había encomendado.

Fuese como fuese, ahora se encontraba ante un equipo de vigilancia que enfocaba sus ojos y oídos invisibles hacia la mansión del final de la calle, de aspecto antiguo, casi como si de una mansión de película de terror se tratase.

Su edificación, o mejor dicho, reconstrucción piedra por piedra, y madera por madera, traídas desde su localización original en el sur de Gales, había levantado mucha polémica entre los millonarios y famosos que vivían en el barrio residencial. Consideraban que su negra forma estropeaba el paisaje, y lo que consideraban peor, devaluaba el precio de sus viviendas.

Sin embargo, a pesar de todas las quejas e intentos de soborno para que desde el ayuntamiento impidiesen la continuación de las obras, nada parecía haber funcionado. El enigmático dueño de la casa debía de ser una persona muy influyente.

Hugo sabía que tras él se encontraba no sólo una gran fortuna, sino también uno de los grupos de vástagos más especializados en reunir información de todo tipo, la línea de sangre Kyasid. Su maestría en este campo sólo era igualada por el Clan Nosferatu, y por lo tanto, Héctor podía suponer que Gracian, el dueño de la mansión, poseía un amplio dossier sobre las actividades legales o ilegales de los miembros del consistorio, la cúpula policial y casi todas las personas influyentes de la ciudad. Esa casa se había construido sin ninguna oposición.

Unas frases le trajeron a la realidad. Los sensibles micrófonos externos, valorados en millones de euros le traían la voz de la mujer a la que había ordenado seguir desde su entrada en la casa. En un día, su equipo había reunido toda la información disponible sobre los kyasid españoles, sus gouls y sus aliados.

- Querida Mireia, - dijo una voz susurrante que llegaba a través del micro, como una serpiente que se deslizaba sobre la arena. – Gracias por venir tan rápidamente a mi llamada.

Ella no contestó, Héctor se la podía imaginar asintiendo al maestro de su mentor, la fuente de la sangre que la convertía en goul.

- Albertus me ha diho que estás preparada para la misión que te vamos a pedir. Antes de que digas nada, quiero que sepas que puedes rehusar y no aceptar el encargo.

Silencio de nuevo, Héctor sabía que tales palabras eran mentira, y que Mireia también lo sabía.

- Sabía que el kyasid podía confiar en ti, como otras muchas veces lo ha hecho. Como premio, querida Mireia, te otorgaremos lo que tanto ansías, la posibilidad de ver los acontecimientos históricos durante los próximos milenios. Y el tiempo para desentrañar los misterios del pasado.

>> Antes de comentarte nada de la misión a la que vas a enfrentarte, quiero contarte algo. Como sabrás nuestro clan es muy antiguo, sí, lo he llamado clan. La mayoría de nuestros primos nos consideran una línea de sangre, pero somos mucho más que eso. Nuestra herencia se remonta más allá de los milenios. Antes de que los faraones gobernasen Egipto los nuestro corrían por las dunas en las noches nocturnas del desierto, aprendiendo de los artesanos de la voluntad, pactando con los ContemplaEstrellas y abriendo los portales de Arcadia, dejando entrar en este mundo los sueños de los salvajes. Nosotros inspiramos los cuentos de criaturas, los mitos de los dioses del Nilo.

Gracián hizo una pausa. Héctor estaba extrañado, no sabía a cuento de qué venía esta “introducción histórica”. Incluso para alguien tan acostumbrado a las fintas dentro de las fintas del mundo empresarial, este rodeo inesperado era algo que no le encajaba en el esquema de las cosas.

- Te cuento esto, - continuó la voz sibilante, - porque tiene que ver con tu misión, querida. Para encontrar lo que nos han encargado desenterrar deberás viajar a Egiptoy allí encontrarte con uno de los más antiguos de nuestro Clan, Ramphos, el milenario.

- He oído hablar de él. – Era la primera vez que ella hablaba en toda la conversación, y a Héctor su voz le pareció dulce y seductora, a pesar de la distorsión electrónica.

- Eso dice mucho de ti, querida – respondió Gracian en tono halagador. – Ramphos está muy bien escondido en las mareas de arena de la historia, y poca gente sabe de su existencia, y del lugar que ocupa en el mundo de tinieblas. Sea como sea, deberás viajar mañana mismo hacia allí. Te recogerán en el aeropuerto, y te guiarán hasta él.

>> Una última cosa, lleva a un acompañante, alguien de confianza, ese amigo informático tuyo no estaría mal. Te puede ser de utilidad.

- A Paco no le gusta viajar, pero le convenceré. – Respondió ella.

- Sé que lo harás. Y no te preocupes por tu seguridad, nuestro patrón lasombra se ha encargado de conseguir que te acompañe un grupo de Sabbats de la Mano Negra. Me temo que he tenido que aceptar, no se fía de nosotros. Mañana por la noche te recogerán en el hotel y te escoltarán durante el viaje. No quiero que regreses a tu casa, las paredes oyen, querida. Mañana por la mañana irás al hotel, esta noche la pasarás aquí.

- Así lo haré, maestro de mi maestro.

- No seas tan ceremoniosa Mireia. Eso no es necesario entre nosotros.

- No Gracián, no lo es. Pero sigues siendo el maestro de mi mentor, y esa barrera nos separará siempre. – Héctor pudo notar como la voz de ella se hacía más calida, seductora, atrayente. Comenzaba a arrastrar las sílabas de una forma sensual, casi con excitación.

Durante unos segundos Héctor tomó nota de su actitud, pronto unos gemidos le sacaron de toda duda. La mujer estaba bajo la presa de Gracián, le estaba sirviendo de alimento, al tiempo que recibía la sangre de éste en una ceremonia extasiadota para ambos.

Un escalofrío recorrió la muerta espalda de Héctor, mientras recordaba los placeres que él había sentido durante las muchas veces que su maestro se había alimentado de él. Y lo que sentía cuando se alimentaba de un humano.

Segundos después los gemidos se volvieron gritos de placer y pasión que resonaban en toda la mansión.

- Mañana por la noche – pensó – deberemos hacer una visita a cierto hotel.

Se le acababa de ocurrir una maravillosa idea para completar su misión rápidamente.

***

Madrid
Hotel Palace
22:00 horas

Gracián llamó a la puerta de la habitación 666, en el hotel más lujoso de Madrid. En la recepción había preguntado por la señorita Fuenris, indicando que ella esperaba su visita.

El jefe de la Recepción le había indicado el número de la habitación, tras anunciar su llegada y recibir instrucciones a través del teléfono.

A Héctor no el había sido difícil interceptar a la entrada del hotel al equipo de Sabbats enviado por el rival de Hugo, Diego Salvatierra. Sus propios acompañantes se habían ocupado discretamente de ellos, todo lo discretamente que puede hacerse un empalamiento con estacas, claro.

Los tres Sabbats de la Mano negra habían sido sustituidos por sus propios compañeros, y ahora estaban de camino a un chalet al noroeste, en el pueblo de La Navata, que él utilizaba como lugar de interrogatorios.

En el lugar de los tres asesinos, Héctor se iba a presentar como acompañante de Mireia, la iba a llevar al aeropuerto y a realizar todo el viaje como si él y sus dos acompañantes fuesen los enviados de Salvatierra, y no las víboras escondidas que eran.

La puerta se abrió despacio. Bajo el dintel se les presentó una mujer muy hermosa, que vestía un pantalón azul vaquero, y un top azul sin mangas que dejaba al aire su cintura y su ombligo, y que insinuaba un pecho abundante y firme. Las tiras del sujetador, del mismo color, hacían un llamativo contraste con su piel lisa y morena, tan atrayente para un vástago como él.

- Nos vamos – dijo Héctor representando su papel. Tras él, sus dos acompañantes mostraban un rostro inexpresivo.

- Estoy preparada – respondió la misma voz que horas antes había oído gemir presa del beso de Gracián.

Cerró la puerta tras de si. Sólo se agachó durante un segundo para recoger un pequeño equipaje de mano, una mochila negra que parecía haber hecho muchos viajes con ella. En el camino comprarían lo que necesitasen.

Salieron cerrando la puerta, sin decir nada. El conserje de hotel les saludó a su salida, y el coche les esperaba en la puerta.

Ya en su interior, Héctor rompió su máscara por un segundo, y se dirigió a ella. Sabía que el éxito de su misión dependía de que pudiese ganarse la confianza de la humana.

- Mi nombre es Héctor, Héctor Santos – mintió. – Esta señorita de mi derecha en Lorena Foch, - dijo refiriéndose a la mujer rubia que asintió al oír su nombre. No había peligro de que la reconociese al oír su nombre, al contrario que a él, pues había venido expresamente desde Alemania para esta misión. – Es una experta asesina de La Mano Negra. El que conduce es Raúl Céspedes, también de la misma organización.

El hombretón moreno no dijo nada, ni siquiera miró a través del retrovisor.

- No es muy hablador, pero es uno de los combatientes más peligroso de todo el Sabatt. Sí, antes de que lo pregunte, él no es Lasombra, sino Assamita Antitribu.

Mireia se fijó en ellos. Los tres parecían peligrosos, la mujer, que se vestía con un traje de cuero ceñido, sin mangas también, tenía una piel pálida y unos ojos azul hielo, que la hacían parecer una reina de los hielos, siempre fría. Desde sus hombros surgían unos tatuajes tribales, como sombras en movimiento, que a Mireia le parecieron debían recorrer todo su cuerpo hasta los tobillos, pues las sandalias de tiras dejaban ver el final de más tatuajes.

El hombre moreno que iba al volante también poseía tatuajes, pero estos eran más pequeños, centrados en el rostro y las manos, lugares preferidos por algunos Assamitas antiguos.

El hombre que se había presentado como Héctor, el líder del trío, parecía amistoso, - como una serpiente - , pensó. Pero era atractivo, con el pelo corto y pico de viudo, barba recortada que le daba aspecto antiguo, y vestido con un traje de ejecutivo de Emidio Tucchi. Éste debía ser el informador que daría cuenta de todos los pasos que diesen a Salvatierra. Los otros dos eran mera protección.

- Yo soy Mireia Fuenris, y estoy al cargo de la expedición. Mis mentores la patrocinan, y ustedes están aquí como protección. – Debía dejar las cosas claras antes de comenzar el viaje. Todos debían saber a qué atenerse, a pesar de que a los Vástagos del Sabbat no les gustase recibir órdenes de ningún humano. Pero dada la importancia de la Misión, sabía que la respetarían, por lo menos, hasta que localizasen su objetivo.

El hombre llamado Héctor asintió. Fue entonces cuando llegaron al aeropuerto, donde les estaba esperando Paco, su acompañante humano. Experto en informática y en meterse en líos y problemas cuando abandonaba su casa en Leganés.

Paco recogió las bolsas que llevaba en el suelo, donde tenía su portátil con conexión GPS, sus apartaos y la poca ropa interior que llevaría. Era flaco y bajo, con grandes gafas que le daban aspecto de torpeza. Sin embargo, ella sabía de su verdadera naturaleza, Paco era un Adepto Virtual, un artesano de la voluntad lleno de sorpresas, y muy bueno.

Cogieron el avión que les llevaría a las tierras del Nilo, y así comenzó su viaje en busca del mayor tesoro de los Vástagos.

***

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